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II relato de soledad

II relato de soledad

Salí del campo de unos amigos de mis padres y empecé a caminar. El sol estaba a punto de desaparecer detrás del horizonte, lo que provocaba que todas las cosas cobraran un color  anaranjado, color fuego: las nubes, los caminos, los pájaros e incluso mi alma.  

La brisa, el aire, el viento me daba de frente. Yo caminaba en dirección al sol, tranquila, parsimoniosamente, constante. En la orilla de una de uno de las entradas a una propiedad encontré una bicicleta, que también era naranja, y empecé a pedalear. Llegue a un camino custodiado por enormes árboles inmensos, poblados de millones de hojas verdes, marrones, naranjas, rojas… La brisa jugaba las hojas produciendo  una luz intermitente.

Fui recorriendo ese sendero, de tierra batida y con algunos charcos de las lluvias de hacía 3 días. Jugaba a esquivarlos. No vi uno de ellos y no tuve tiempo de esquivarlo, al suelo me fui. Me raspé la rodilla derecha, no lloré.  Ese día sería el primero de muchos en que ahogaría mis lágrimas.

Me levanté, volví a coger la bici. Pedaleaba, aun con dolor en la rodilla. El niño echará en falta su bici, estará llorando.  Bueno no se la he robado, a la vuelta se la devuelvo. Mientras continúo por el camino.  Cuando salgo de éste el sol ya se ha escondido, ya se ha dormido, pero aún es de día, aun hay claridad, por tanto continúo. Llego a otro camino, pero menos espectacular, más feo, menos bello. Es éste el que conduce al lago. Pero no llegaré, primero porque la luz va disminuyendo demasiado deprisa, ya veo alguna estrella en el firmamento. Segundo el lago es peligroso.

Llegó al final del camino, desde donde se ve el lado a doscientos metros. Decido volver, primero por el camino feo, y luego por el camino arbolado, que ya no es tan bello, la falta de luz le ha afeado, le ha vuelto tenebroso.  Veo el charco que me ha hecho caer, ya no juego a esquivarlos. La luz del día se hace cada vez más tenue y no hay farolas. Tendré que pedalear más rápido. Ya no es un paseo, es una carrera para ver quien llega antes a su casa, la luz o yo.

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